The Enneagram
"Aquel que sabe, y sabe que él es, ese es sabio. Puede ser seguido.
Ante su sola presencia el hombre puede transformarse”
Relato Sarmouni
¿Qué es el Eneagrama y para qué sirve?
La palabra eneagrama significa en griego:
enneas, que significa nueve, y grama = puntos.
Nueve puntos de una circunferencia.
La circunferencia, figura geométrica perfecta,
quiere representar la totalidad del Ser. Cada uno de los
nueve puntos representa una manifestación concreta
y parcial de ese Ser total.
La energía vital, la plenitud del Ser universal, fluye a través
La energía vital, la plenitud del Ser universal, fluye a través
de todos los puntos que constituyen la circunferencia.
En ese punto que soy yo, yo tengo el poder, la responsabilidad
o la libertad de dejar que esa energía vital "fluya fluidamente"
a través de mi vitalizándome y energetizandome,
o puedo bloquearla y obstaculizarla en mi. Por eso,
adentrarme en el conocimiento del Enneagrama,
es adentrarme en mi propio descubrimiento interior.
Es llegar a la fuente de esta energía dentro de mi mismo
y descubrir y desvelar los obstáculos y resistencias que yo
mismo pongo a que esa energía fluya fácilmente en mí,
para poder así vivir más plena y auténticamente.
Diferentes investigadores constatan que en este símbolode origen milenario se condensa gran parte de la sabiduría
universal –procedente de diferentes tradiciones espirituales
y religiosas– con los últimos descubrimientos realizados en
Occidente, liderados por la física cuántica y la psicología
transpersonal. Aunque existe mucha confusión acerca de
sus orígenes, lo que sí se sabe con certeza es el nombre
del primer autor que manejó esta herramienta: el místico
armenio-griego George Ivanovich Gurdjieff, fundador durante
la primera mitad del siglo xx de un grupo llamado
Seekers After Truth (Buscadores de la Verdad).
Gurdjieff explicaba a sus discípulos que el símbolo del
Eneagrama representa tres leyes mediante las cuales se rige
nuestra existencia:
•• El círculo, que simboliza la idea de que todo lo creado
forma parte de una misma realidad.
•• El triángulo equilátero central, que enseña que cada una
de estas creaciones interdependientes está compuesta,
a su vez, por una trinidad, como el hecho de que las
cosas no son sólo blancas o negras, sino también grises.
•• La hexada, una figura abierta de seis lados que muestra
que el cambio y la evolución son lo único que permanecen
con el paso del tiempo.
El relevo de todas estas investigaciones lo tomó años
más tarde el sabio boliviano Óscar Ichazo, que en la década
de 1950 llevó a cabo un hallazgo extraordinario: descubrió
la conexión existente entre el símbolo del Eneagrama y los
diferentes tipos de personalidad, estrechamente relacionados
con las nueve principales tendencias o pasiones de la
condición humana: ira, soberbia, vanidad, envidia, avaricia,
cobardía, gula, lujuria y pereza. A partir de entonces, el
Eneagrama se convirtió en la herramienta que conocemos
hoy día. Entre los seguidores más destacados de la obra de
Ichazo destacan el psiquiatra chileno Claudio Naranjo y el
profesor jesuita norteamericano Robert Ochs, que a su vez
influyeron en otros importantes autores contemporáneos,
como Don Richard Riso, Russ Hudson, Helen Palmer
y Maite Melendo.
Desde la perspectiva del Eneagrama, cada ser humano
es único y diferente, pero todos nacemos a partir de una
energía común, materializada mediante nueve cualidades
o virtudes inherentes a nuestra naturaleza: serenidad, humildad,
autenticidad, ecuanimidad, desapego, valor, sobriedad,
inocencia y actividad. Aunque estos nueve rasgos
innatos están presentes en cada uno de nosotros,
se ha demostrado que sólo uno determina nuestra
esencia personal, también llamada «yo verdadero».
"Esta esencia es la semilla a partir de la cual podemos llegar a ser
la flor que somosen potencia".
Eso no quiere decir que dos personas con
una misma esencia sean iguales. Pero sí que contarán
con una serie de patrones de conducta muy parecidos –una
especie de esqueleto psicológico–, cuyas variaciones dependerán
del amor y la estabilidad que experimentaron durante
la infancia, así como del condicionamiento sociocultural
recibido y la genética, entre otros factores.
A diferencia del resto de animales, nuestra evolución
requiere cierto esfuerzo consciente. Los seres humanos nacemos
en la inconsciencia más profunda y solemos establecernos
a partir de los catorce años en el llamado «estado
de vigilia». Nuestro siguiente paso evolutivo es alcanzar la
plena conciencia –más allá de la tiranía de la mente–, el
cual depende de cada uno de nosotros. La dificultad previa
radica en el hecho de que, siendo todavía bebés, la realidad
se nos antoja amenazadora y hostil. Para defendernos de la
infinita y confusa información que nos llega a través de los
sentidos, poco a poco, y desde el día de nuestro nacimiento
empezamos a protegernos tras un escudo mental, también
llamado personalidad, ego o falso yo.
Así es como nuestra verdadera esencia queda sepultada.
Sin embargo, esta autoprotección tiene una finalidad evolutiva
concreta: al no contar con un cerebro desarrollado,
nos ayuda a sobrevivir emocionalmente.
De hecho, sean cuales sean nuestras circunstancias externas,
los expertos en Eneagrama sostienen que, por muy
cariñosos que hayan sido nuestros padres, la tremenda experiencia
que supone el parto suele dejarnos heridas psicológicas
profundas. A lo largo de nuestra infancia, éstas
se van abriendo e intensificando, y provocan que nuestra
necesidad de amor pueda llegar a ser desmesurada. Ésta
es la razón de que los primeros seis años de vida siempre
tengan un gran impacto en el posterior desarrollo de nuestra
personalidad y, por ende, en la desconexión con nuestra esencia.
Eso sí, cuanto más amor y estabilidad hayamos recibido
durante esos años –o más percibamos haber recibido–,
menor necesidad habremos tenido de protegernos bajo la
falsa identidad de nuestro ego.
A partir de esta percepción subjetiva y distorsionadora,
nuestra esencia comienza a ser sepultada por una serie
de patrones de conducta inconscientes.
Y esta personalidad termina por convertirse en un
«falso puente psíquico» que une nuestras carencias afectivas
con la sensación de que así conseguiremos el amor que
tanto necesitamos. Desde el punto de vista del ego, todos
nuestros actos y nuestras palabras tienen la finalidad inconsciente
de conseguir que los demás nos quieran.
Sin embargo, suelen acarrearnos más bien lo contrario.
Eso es porque, para alcanzar este ambicioso objetivo,
creemos equivocadamente tener que hacer algo para conseguirlo,
en vez de ser simplemente lo que somos y aceptar
agradecidos lo que nos dan. Cuanto menos nos aman o
menos amor creemos estar recibiendo, más fuerte y dura se
convierte nuestra personalidad, ego o falso yo, sin mencionar
los casos de maltratos físicos y psíquicos, cuyas experiencias
traumáticas provocan que este escudo protector sea
inmensamente más desproporcionado que el de la mayoría.
Con el paso de los años, incorporamos una serie de
comportamientos impulsivos, que se disparan automáticamente
como reacción a lo que sucede fuera. Así, estos
mecanismos de protección terminan por fijarse en nosotros,
transformándose en nuestra «forma de ser», aunque
en realidad se trata de nuestra «falsa forma de ser».
Este proceso de identificación genera que empecemos a creer
que somos nuestra personalidad, ego o falso yo. Por eso
normalmente reaccionamos de una misma forma frente
a determinados estímulos externos, cosa que nos impide
ser del todo libres.
Conocer cuál es el tipo de personalidad que hemos desarrollado
desde la infancia nos ayuda a liberarnos de nuestra
ignorancia e inconsciencia. El Eneagrama nos muestra
cómo nuestro ego nos hace observar la realidad objetiva
bajo un prisma condicionado y subjetivo.
Cuanto más hemos tenido que desarrollarlo y fortalecerlo
-lo que coloquialmente se denomina egocentrismo–,
menor es nuestra capacidad de aceptar lo que no depende de nosotros y
mayor y más intenso es nuestro sufrimiento.
Eso sí, esta herramienta psicológica demuestra que el
egocentrismo tiene numerosas formas de manifestarse: en
algunas personas es más activo y por tanto más fácil de reconocer;
en otras es más pasivo, por lo que suele ser más difícil
percibirlo, pero no por ello menos dañino. Por ejemplo, hay
personas cuyos egos han idealizado inconscientemente la
perfección de sí mismos y del entorno que los rodea, con lo
que tenderán a ser reformadores activos, muy críticos y jueces
con lo que no se ajusta a su canon subjetivo de perfección.
En cambio, hay otras personas cuyos egos temen inconscientemente
entrar en conflicto con los demás, de modo que
tenderán a autorrelegarse pasivamente a un segundo plano,
amoldándose al pensamiento general, mostrándose siempre
de acuerdo con las opiniones ajenas. A pesar de ser unos y
otros comportamientos totalmente opuestos, en ambos casos
la conducta viene motivada por el ego.
La gran aportación del Eneagrama es que describe
a grandes rasgos los nueve tipos de personalidad que forman
parte de la compleja condición humana, así como
la relación existente entre ellos. Lo cierto es que nuestra
forma de ser no sólo viene determinada por la personalidad
que hemos ido formando a partir de nuestra esencia,
sino que también está estrechamente relacionada con otros
dos tipos de personalidad. Así, cuando pasamos por una situación
de estrés prolongada, que nos angustia y desequilibra,
adoptamos los patrones de conducta negativos de otro
tipo de personalidad, circunstancia que en el Eneagrama se
denomina «descentramiento» o «desintegración».
con nuestra personalidad, ego o falso yo; como resultado,
empezamos a reaccionar automática e inconscientemente
cuando la realidad no se ajusta a nuestras exigencias y deseos
más egocéntricos. Son esos días negros, en los que nos
sentimos tristes, preocupados, irritables e incómodos con
nosotros mismos y con los demás. Son esos momentos en
los que nuestra mente nos bombardea con pensamientos
negativos o desagradables, que finalmente nos conducen
a buscar alguna fuente de entretenimiento o distracción,
como la televisión, el cine, la lectura o cualquier actividad
lúdica o gratificante que nos permita evadirnos de nosotros
mismos.
El descentramiento es un proceso inconsciente que se
desencadena cuando hemos llevado al extremo las estrategias
egocéntricas movidas por nuestro tipo de personalidad.
Se trata de un mecanismo de defensa encaminado
a desahogar toda la presión y malestar acumulados. Sería
algo así como una válvula de escape que nos genera un alivio
temporal. Si no tomamos conciencia del desgaste emocional
que supone esta desintegración momentánea corremos
el riesgo de sumirnos en una profunda depresión.
Para recuperar nuestro centro –nuestro equilibrio interior–,
Para recuperar nuestro centro –nuestro equilibrio interior–,
nos conviene poner en práctica ciertos comportamientos
positivos de un tipo de esencia o yo verdadero,
una tendencia denominada «centramiento» o «integración»,
mediante la cual recuperamos la estabilidad y paz interior
perdidas. A diferencia del descentramiento, que es un proceso
totalmente inconsciente y automático, el centramiento
es un esfuerzo consciente, que surge a raíz de la comprensión
de cómo funciona la mente humana.
Fruto de esta conciencia, empezamos a instaurar una serie
de conductas positivas y constructivas, que nos devuelven
el sosiego y la tranquilidad perdidas.
Estamos centrados cuando nuestra mente está relajada,
permitiéndonos estar muy atentos para controlar nuestras
reacciones impulsivas y dejar de ser víctimas de nuestros
egos. En este estado de conciencia, nos sentimos contentos
y alegres de formar parte de la existencia, de poder disfrutar
de la vida tal como es, sin necesidad de recurrir a ningún
tipo de evasión para huir de nosotros mismos. En esos instantes
«esenciales» nos abraza una paz y felicidad duraderas,
que nos permiten interactuar con los demás como si fueran
parte de nosotros mismos. Son esos días maravillosos, en
los que aceptamos sin reservas lo que sucede, sonriendo
y cantando sin otro motivo que el de estar vivos.
El Eneagrama identifica cada tipo de personalidad o eneatipo
por medio de un número.
El eneatipo 1: se descentra asumiendo el lado negativo
del 4 y se centra adoptando el lado positivo del 7. Así, en
el momento de verificar nuestro tipo de personalidad es
importante confirmar la correlación existente con los otros
dos tipos de personalidad, que son los que complementan
nuestra forma de ser.
A su vez, nuestra manera de ser también puede estar muy
condicionada por los números situados a la derecha y la
izquierda de nuestro tipo de personalidad, las llamadas
«alas». Ciertas personas tienen dos alas, otros una y algunos,
ninguna. El Eneagrama sostiene que la mayoría de seres
humanos tenemos un ala dominante, que modifica y destaca
ciertas tendencias de nuestro tipo de personalidad.
Es importante saber la influencia que podemos estar recibiendo
de estas alas, ya que nos ayuda a conocer más detalladamente
las trampas a las que hemos de enfrentarnos para
llegar a estar bien con nosotros mismos.
El eneatipo 2 puede adoptar comportamientos del
1 y del 3.
Movimientos o alas
Además, cabe decir que existen muchos «niveles de desarrollo
» para cada personalidad, los cuales describen el grado
de conciencia de cada uno de nosotros y suelen ir acompañados
por determinados patrones de conducta, tal como lo
señala la teoría de «nueve niveles (tres sanos, tres promedio
y tres insanos)» que propuso Don Richard Riso en 1988, y
que aparecen en la obra que escribió junto con Russ Hudson.
A lo largo de la vida, y fruto del impacto que han tenido algunas
experiencias sobre nosotros, nuestra manera de interactuar
en el mundo suele evolucionar hacia una mayor comprensión
y conciencia, sintiéndonos cada vez mejor con nosotros
mismos o, por el contrario, hacia un mayor egocentrismo,
provocando que la tristeza, el miedo, la insatisfacción y el
sufrimiento se adueñen de nuestro día a día.
Cuanto más bajo sea nuestro nivel de conciencia, más
egocéntrica y egoísta –en el peor sentido de la palabra– será
nuestra manera de ser, y viceversa. Por ejemplo, una persona
con muy poca conciencia y muy encerrada en sí misma
se quejará cuando un día de lluvia le impida ir a tomar el
sol a la playa con sus amigos. En cambio, otra con mucha
conciencia y absolutamente integrada en la vida, se adaptará
a las circunstancias, tratando de ver el lado positivo de
este mismo acontecimiento: quizá se quede en casa contemplando
la lluvia desde su ventana, aproveche para leer tranquilamente
o finalmente decida quedar con esos mismos amigos
en un entorno donde puedan guarecerse de la lluvia.
El hecho externo es el mismo para los dos, pero la reacción
emocional es distinta, según su grado de desarrollo mental.
Gracias al Eneagrama podemos liberarnos de nuestro egocentrismo
y caminar por la vida adoptando la postura que
más felicidad y paz interior nos reporte en cada momento.
Muchas veces el desconocimiento del Eneagrama provoca
que se lo describa como un medio de encasillar o etiquetar
a las personas. Pero la experiencia demuestra todo
lo contrario. Esta herramienta psicológica, encaminada a
hacer consciente el complejo proceso de nuestra mente,
muestra la caja en la que cada uno de nosotros se ha ido
encerrando y los pasos necesarios para que podamos salir
de ella. Sólo así podremos volver a conectar con nuestra
esencia más profunda. Fruto de ese reencuentro con lo que
somos verdaderamente, surge dentro de nosotros la paz interior
que siempre hemos estado buscando fuera. A este
estado también se lo conoce como felicidad.
Por descontado, desidentificarse de la personalidad, ego
o falso yo no quiere decir librarse de ella, sino integrarla
conscientemente en nuestro propio ser.
De lo que se trata es de conocer y comprender
qué es lo que nos mueve a ser lo que somos
para llegar a aceptarnos y, por ende, empezar a recorrer
el camino hacia la integración. De ahí surge un amor
y una conciencia que nos permiten vivir en armonía
con nosotros mismos, con los demás y con la realidad
de la que todos formamos parte.
El ego y la esencia son como la oscuridad y la luz
que conviven en una misma habitación.
El interruptor que enciende y apaga cada uno de
estos dos estados es nuestra conciencia.
Cuanto más conscientes somos de nosotros mismos,
más luz hay en nuestra vida.
Y cuanta más luz, más paz interior y más capacidad
de comprender y aceptar los acontecimientos externos, que
escapan a nuestro control.
Por el contrario, cuanto más inconscientes somos de
nosotros mismos, más oscuridad hay en nuestra vida.
Y cuanta más oscuridad, más sufrimiento y menos capacidad
de comprender y aceptar los acontecimientos externos,
que en ese estado creemos poder adecuar a nuestros deseos
egocéntricos y egoístas.
Los únicos que podemos encender o apagar este interruptor
somos nosotros mismos.
Al principio nos costará creer que existe; más adelante
tendremos dificultad para encontrarlo. Pero, si persistimos
en el trabajo con nuestra mente y nuestros pensamientos,
finalmente comprenderemos cómo conseguirlo.
Porque, como todo en la vida, es una simple cuestión de
adquirir la información correcta, así como de tener energía
y ganas para convertir la teoría en práctica, lo que habitualmente
se denomina aprendizaje. Aunque en este caso
resulta algo más complicado, la recompensa que se obtiene
es la mayor de todas.
No en vano, filtramos la realidad según el modelo mental
que hemos ido desarrollando, que a su vez está condicionado
por cuatro estados de conciencia generales:
Inconsciencia:
•• No nos damos cuenta de que vivimos plenamente identificados
con el ego.
•• Vivimos con el piloto automático puesto, reaccionando
impulsiva y negativamente cada vez que la realidad no
se adecua a nuestros deseos y necesidades egocéntricas.
•• Al no tener control sobre nosotros mismos, no somos
responsables ni dueños de nuestros actos.
•• Somos esclavos de nuestra mente y, en consecuencia, de
nuestra ignorancia, que nos lleva a vivir bajo la tiranía
del pensamiento inconsciente y negativo.
•• Pensamos constantemente en el pasado y en el futuro,
marginando por completo el momento presente.
•• Sufrimos y hacemos sufrir a los demás, a quienes consideramos
culpables de todo.
•• Necesitamos evadirnos y narcotizarnos para evitar el
contacto con nuestro vacío existencial, que tanto malestar
nos genera en el vientre.
•• Creemos que la vida no tiene sentido.
Consciente de la inconsciencia:
•• Empezamos a darnos cuenta de que estamos identificados
con nuestro ego.
•• Seguimos reaccionando impulsiva y negativamente,
pero tomamos conciencia de que cambiar esta actitud
tan nociva sólo depende de nosotros mismos.
•• Empezamos a tener control sobre nosotros mismos
y somos en parte responsables de nuestros actos.
•• Seguimos siendo esclavos de nuestra mente, pero en ocasiones
conseguimos crear cierto espacio para no identificarnos
con nuestros pensamientos.
•• Pensamos en el pasado y en el futuro, pero intentamos
centrarnos en el momento presente.
•• Sufrimos, pero intentamos no trasladar nuestro malestar
a los demás.
•• Necesitamos evadirnos y narcotizarnos, pero lo llevamos
a cabo «conscientemente».
•• Creemos que la vida tiene el sentido que le queramos dar.
Conciencia:
•• Dejamos de estar identificados con nuestro ego; lo tenemos
controlado en todo momento.
•• Ya no reaccionamos impulsivamente, aunque podemos
perder este estado de autocontrol en momentos de mucha
adversidad, siempre y cuando dejemos de prestar la
suficiente atención.
•• Al tener domado a nuestro ego, somos dueños de nosotros
mismos y, por tanto, totalmente responsables de
nuestros actos.
•• Al comprender cómo funciona nuestra mente ya no nos
invaden pensamientos; de hecho, pensamos conscientemente
para llevar a cabo fines constructivos.
•• Pensamos de forma consciente y lo hacemos en positivo,
quedándonos con el aprendizaje que se oculta detrás de
cualquier experiencia; vivimos el momento presente.
•• Ya no sufrimos, y esta ausencia de malestar nos hace
sentir muy bien con nosotros mismos y con los demás.
•• No necesitamos evadirnos ni narcotizarnos.
•• Sentimos que la vida tiene sentido porque la hemos
convertido en un continuo aprendizaje para llegar a ser
felices.
Consciente de la conciencia:
•• Entramos en contacto con nuestra esencia o yo verdadero,
y nos sentimos unidos a todo lo que existe.
•• Aceptamos y amamos todo lo que sucede porque es «lo
que es»; vivimos en un profundo estado de ataraxia, de
imperturbabilidad interior.
•• Cultivamos la atención consciente; nos observamos a
nosotros mismos en tercera persona, con lo que somos
capaces de tomar la actitud que más nos convenga en
todo momento.
•• Yendo más allá de nuestra mente, conseguimos alinearla
con el momento presente, el único que existe en realidad.
•• Vivimos tan conscientemente que no hay lugar para el
pensamiento; en caso de pensar, lo hacemos de forma
positiva, pase lo que pase.
•• Experimentamos plenitud interior, es decir, vitalidad,
felicidad, paz interior, gozo, alegría y gratitud de estar
vivos; lo sentimos en el vientre.
•• Aunque lo intentáramos, no podríamos evadirnos; estamos
plenamente conectados con nosotros mismos y
plenamente conectados con nosotros mismos y
con la realidad de la que formamos parte.
•• Somos la vida, con lo que ya no necesitamos comprenderla
ni dotarla de sentido.
En definitiva, el Eneagrama nos ayuda, por un lado, a comprender
cómo funciona nuestra mente –el modelo mental
que hemos desarrollado desde nuestra infancia– y, por otro,
a ponernos en el lugar de aquellas personas que tienen for-
mas de ser diferentes a las nuestras. A medida que leas los
nueve tipos de personalidad, intenta averiguar cuál de ellos
describe con mayor exactitud tus tendencias y reacciones
automáticas e inconscientes. Estate muy atento a lo que
sientes en tu interior cuando leas; al pasar por tu tipo de
sientes en tu interior cuando leas; al pasar por tu tipo de
personalidad, seguramente sientas un cosquilleo en el estómago
o te sientas «desnudo». Quizá no hoy, pero si piensas
en algún otro momento de tu vida, encontrarás en líneas
generales la correspondencia con lo que se describe,
sobre todo en lo referente al ego o parte oscura.
También ten en cuenta que no tienes que sentirte identificado
con todo lo que se dice acerca de un número: todos
los seres humanos somos mucho más de lo que se pueda
definir a través de esta herramienta, que tan sólo nos sirve
a modo de orientación y referencia. Recuerda periodos
de tu vida en los que estuvieras descentrado, esto es, muy
inquieto, molesto, angustiado, deprimido… y también
otros en los que te sintieras centrado, esto es, muy en paz,
tranquilo, alegre, feliz… A partir de tu propia experiencia
podrás constatar cuál es tu tipo de personalidad predominante,
así como la relación existente con los otros números
que configuran tu compleja forma de ser.
El Eneagrama no es una varita mágica que pone fin
a todos nuestros males, pero sí un útil instrumento para
empezar a ser cada vez más conscientes de cuáles son los
mecanismos psíquicos que nos mantienen esclavizados.
Es como una balsa que nos lleva de la orilla donde
estamos a otra a la que queremos llegar.
Es como una balsa que nos lleva de la orilla donde
estamos a otra a la que queremos llegar.
Una vez alcancemos nuestro destino,
podremos seguir nuestro camino sin ella.
Eso sí, el que rema siempre es uno mismo.
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